Su exposición, de menos de cinco minutos, estuvo marcada por un tono emocional y por referencias a su historia personal, en una estrategia similar a la de Emerenciano Sena, quien había declarado horas antes.
“Siempre fui a la casa de Marcela, era parte de mi trabajo. Abría la puerta, ayudaba con las donaciones y acompañaba a las chicas que limpiaban, pero nunca hice tareas de limpieza ni vi nada extraño”, aseguró González. Relató que aquel día contactó a Alfredo Aguirre para retirar una cama y un colchón por pedido de Marcela Acuña, y que desconocía cualquier elemento que pudiera implicarla en un hecho criminal.
Durante su testimonio, la imputada se quebró al hablar de su vida y de su hija: “Hace dos años y medio que estoy presa por algo que no hice. Mi bebé tenía dos años y medio cuando me detuvieron; ahora tiene cinco”. También recordó la ayuda recibida por Acuña y Sena, a quienes describió como figuras importantes en su vida: “Marcela fue como mi mamá, Emerenciano como mi papá. Siempre me enseñaron a estudiar y a superarme”.
Antes de concluir, González expresó una frase que resonó en la sala: “Si hay algún culpable, que lo pague”. Luego decidió no responder preguntas del tribunal ni de las partes. Su intervención cerró con un tono de súplica: “Solo pido de corazón justicia, porque soy mamá y sé lo que puede sentir esa mamá”.