La economía argentina cerró una de las semanas más tensas del último año. El Banco Central vendió USD 1.110 millones en solo tres jornadas, el dólar oficial alcanzó los $1.515 y el riesgo país superó los 1.440 puntos. Pero más allá de lo que muestran estos números, hay un impacto que ya está teniendo el desequilibrio de la macroeconomía en el día a día de los argentinos. Eso ya se observa en los datos de nivel de actividad económica, la evolución del consumo y el ritmo de producción, entre otros puntos.
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) informó esta semana que el PBI del segundo trimestre de 2025 se contrajo 0,1% en relación con el trimestre anterior, un dato que pone en duda las proyecciones de crecimiento del Estado nacional.

En la práctica, los hogares ya comienzan a mostrar señales de cautela. De acuerdo con un Índice de Consumo de la Universidad de Palermo, el consumo privado cayó 3,2% en agosto, un mes marcado por la volatilidad en el tipo de cambio y la suba de tasas. Algunos sectores se mantuvieron al alza, como las ventas de autos, pero otros sufrieron duras caídas. Los restaurantes tradicionales, por ejemplo registraron una caída interanual del 4,5%. Por otro lado, datos recopilados por Scentia muestran que las ventas de los supermercados cayeron 5,1% en agosto en comparación al año pasado, mientras que los mayoristas sufrieron una baja del 8,1%.
La gran incógnita es si el Gobierno podrá recomponer la confianza y estabilizar las variables para evitar que la recesión se profundice. Por lo pronto, nada de esto parece estar ocurriendo. La confianza del consumidor en la Argentina volvió a caer en septiembre tras el fuerte derrumbe registrado en agosto, según el Índice de Confianza del Consumidor elaborado por la Universidad Torcuato Di Tella.